Mesa de debate sobre "Dos conceptos sobre la libertad" de Isaiah Berlin
Este artículo se presentó el día 4 de abril como parte de las lecturas del CIREPS
Henry Rivas Sucari
Crítico literario
Universidad Nacional de San Agustín.
El término “libertad” constituye un sinnúmero de definiciones e interpretaciones a través de la historia de la humanidad. Este concepto depende, principalmente, del estado de las ideas filosóficas o políticas que estén de moda o sean aceptadas por su entorno. Se ha abusado de sus posibles significados, para justificar, la mayor parte de veces, formas políticas o ideológicas.
La conferencia de Berlin sobre la “libertad” no trata de dos tipos de libertad totalmente distintas, por el contrario, a pesar de las múltiples interpretaciones que puedan darse nos daremos cuenta, a través de la lectura, que están más integradas de lo que parece.
La distinción y definición que hace Berlin entre “libertad negativa” y “libertad positiva”, no es categórica. Parte del uso del concepto de libertad de la “acción humana” y relaciona este concepto con la filosofía política.
En resumen la “Libertad negativa” será la acción de un individuo que no tenga obstrucción o interferencia (inmunidad o “libertad de”). Esta ausencia de interferencia se entiende como ausencia de intervención o coerción. La libertad negativa sería entonces la libertad de la opresión.
“La libertad positiva. El sentido positivo de la palabra libertad se deriva del deseo por parte del individuo de ser su propio dueño. (Autonomía o «libertad para»). “Quiero que mi vida y mis decisiones dependan de mí mismo, y no de fuerzas exteriores, sean éstas del tipo que sean. Quiero ser el instrumento de mí mismo y no de los actos de voluntad de otros hombres. Quiero ser sujeto y no objeto, ser movido por razones y por propósitos conscientes que son míos, y no por causas que me afectan,'. Por decirlo así, desde fuera. La libertad positiva sería entonces la libertad para desarrollar el potencial propio”.
A continuación revisaremos las ideas principales de Berlin en Dos conceptos de la libertad, a partir de sus principales argumentos. Estos se constituirán como punto de partida para algunas preguntas que deseo discutir con los miembros del CIREPS.
DOS CONCEPTOS DE LA LIBERTAD
I. La idea de la “libertad negativa”
Coaccionar a un hombre es privarle de la libertad: Libertad negativa: es la respuesta que contesta a la pregunta ¿cuál es el ámbito en que está sujeto —una persona o un grupo de personas—se le deja o se le debe dejar hacer o ser lo que es capaz de hacer o ser, sin que en ello interfieran otras personas.
Libertad positiva: Es el que está implicado en la respuesta que contesta a la pregunta de ¿Qué o quién es la causa de control o interferencia que puede determinar que alguien haga o sea una cosa u otra?
Estas dos cuestiones son diferenciales, aunque las soluciones que se den a ellas puedan coincidir en algún momento .
Normalmente se dice que soy libre en la medida en que ningún hombre ni ningún grupo de hombres interfieren en mi actitud. Actuar sin ser obstaculizado. Si mi actividad se contrae puede decirse que soy coaccionado o hasta oprimido.
La coacción implica la intervención deliberada de otros seres humanos dentro del ámbito en que yo podría actuar si no intervinieran. El término de coacción no se aplica a toda forma de incapacidad. Si yo digo que puedo saltar diez metros, o que no puedo leer porque soy ciego, o que no puedo entender las páginas más oscuras de Hegel, sería una excentricidad decir que, en estos sentidos, estoy oprimido o coaccionado. La coacción implica la intervención deliberada de otros seres humanos dentro del ámbito en que yo podría actuar si no intervinieran. Sólo se carece de libertad política si algunos seres humanos le impiden a uno conseguir un fin.
Libertarios como Locke y Mill, en Inglaterra, y Constant y Tocqueville, en Francia, presuponían que debía existir un cierto ámbito mínimo de libertad personal que no podía ser violado bajo ningún concepto, pues si tal ámbito se traspasaba, el individuo mismo se encontraría en una situación demasiado restringida, incluso para el mínimo desarrollo de sus facultades naturales, que es lo único que hace posible perseguir, e incluso concebir, los diversos fines que los hombres consideran buenos, justos o sagrados. Hay que trazar una frontera entre el ámbito de la vida privada y el de la autoridad pública. El gran problema es establecer ese límite.
¿Qué es la libertad para aquellos que no pueden usarla? Sin las condiciones adecuadas para el uso de la libertad, ¿cuál es valor de esta? Lo primero es lo primero. Como dijo un escritor radical ruso, hay situaciones en que las botas son superiores a las obras de Shakespeare; la necesidad individual no es la primera necesidad de todo el mundo. Pues la libertad es la mera ausencia de frustración de cualquier clase; esto hincharía la significación de esta palabra hasta querer decir demasiado o querer decir muy poco. El campesino egipcio necesita ropa y medicinas antes que libertad personal , y más que libertad personal, pero la mínima libertad que él necesita hoy y la mayor cantidad de la misma que puede que necesite mañana no es ninguna clase de libertad que le sea peculiar a él, sino que es idéntica a la de los profesores, artistas y millonarios.
Moral liberal: Igualdad de libertad, no tratar a los demás como yo no quisiera que me traten a mí, resarcimiento de mi deuda a los únicos que han hecho posible mi libertad, mi prosperidad y mi cultura; justicia en su sentido más simple y más universal.
Yo estoy dispuesto a sacrificar parte de mi libertad, o toda ella, para evitar que brille la desigualdad o que se extienda la miseria.
No podemos ser absolutamente libres y debemos ceder algo de nuestra libertad para preservar el resto de ella. Pero cederla toda es destruirnos a nosotros mismos. ¿Cuál debe ser, pues, este mínimo? El que un hombre no puede ceder sin ofender a la esencia de su naturaleza humana. ¿Y cual es su esencia? ¿Cuáles son las normas que ella implica? Esto ha sido, y quizá será siempre, tema de discusiones interminables.
Libertad es estar libre de, que no interfieran en mi actividad más allá de un límite, que es cambiable, pero siempre reconocible. ¿Puede justificarse la compulsión?
Para Mill sí se podía.
La concepción positiva de libertad —no el estar libre de algo, sino el ser libre para algo, para llevar una determinada forma prescrita de vida—, es que los defensores de la idea de libertad “negativa” consideran como algo que, a veces, no es mejor que el disfraz engañoso en pro de una brutal tiranía.
La libertad negativa es algo cuya amplitud es difícil de estimar en un caso determinado. A primera vista puede parecer que depende simplemente del poder que se tenga para elegir, en todo caso, entre dos posibilidades. Sin embargo, no todas las decisiones son igualmente libres. Si en un esta do totalitario yo traiciono un amigo mío bajo la amenaza de tortura, e incluso, quizá, si obro por miedo a perder mi empleo, puedo decir con razón que no obré libremente.
Algunos puntos que definen la libertad negativa son:
1. No esta disociada con la imposición de dogmas o de una disciplina férrea .Ambos elementos, libertad y autoritarismo, pueden coexistir.
2. La idea es manejada sólo a partir del Renacimiento; civilizaciones antiguas desconocen este concepto.
3. La libertad negativa puede coexistir con la autocracia y no implica necesariamente la existencia de regímenes democráticos o de autogobierno .
II. La idea de la “libertad positiva”
El sentido “positivo” de la palabra “libertad” se deriva del deseo por parte del individuo de ser su propio dueño.
“Quiero actuar, decidir, no que decidan por mí; dirigirme a mí mismo y no ser movido por la naturaleza exterior o por otros hombres como si fuera una cosa, un animal o un esclavo incapaz de representar un papel humano; es decir, concebir fines y medios propios y realizarlos.
“Mi razón es lo que me distingue como ser humano del resto del mundo”.
La concepción positiva de la libertad como autodominio con la sugerencia que lleva consigo de un hombre dividido que lucha contra sí mismo se ha prestado de hecho en la historia, en la teoría y en la práctica; a esta división de la personalidad en dos: el que tiene el control, dominante y trascendente, y el manejo empírico de deseos y pasiones que han de ser castigados o reducidos.
Las consecuencias que lleva consigo distinguir dos yos se hará incluso más claros si se consideran las dos formas más importantes que históricamente ha tomado el deseo de autodirigirse —dirigirse por el “verdadero” yo de uno mismo: la primera, la de la abnegación con el fin de conseguir la independencia; la segunda, la de la autorrealización o total identificación con un principio o ideal específico, con el fin de conseguir el propio fin.
Esto facilita que yo conciba coaccionar a otros por su propio bien , por su propio interés, y no por el mío. Entonces pretendo que yo sé lo que ellos verdaderamente necesitan mejor que lo saben ellos mismos. Cuando más, lo que esto lleva consigo es que ellos no se me opondrían si fueran racionales, tan sabios como yo, y comprendiesen sus propios intereses como yo los comprendo. Pero puedo pretender aun mucho más que esto. Puedo decir que en realidad tienden a lo que conscientemente se oponen en su estado de ignorancia porque existe en ellos una entidad oculta -su voluntad racional latente, o su fin verdadero-, que esta entidad, aunque falsamente representada por lo que manifiestamente sienten, hacen y dicen, es su verdadero yo, del que el pobre yo empírico que está en el espacio y en el tiempo puede que no sepa nada o que sepa muy poco, y que este espíritu interior es el único yo que merece que se tengan en cuenta sus deseos.
En el momento en que adopto esta manera de pensar, ya puedo ignorar los deseos reales de los hombres y de las sociedades, intimidarlos, oprimirles y torturarlos en nombre y en virtud de sus verdaderos los, con la conciencia cierta de que cualquiera que sea el verdadero fin del hombre (la felicidad, el ejercicio del deber, la sabiduría, una sociedad justa, la autorrealización) dicho fin tiene que identificarse con su libertad, la libre decisión de su verdadero yo, aunque frecuentemente esté oculto y desarticulado.
Pero la concepción positiva de la libertad como autodominio, con la sugerencia que lleva consigo de un hombre dividido que lucha contra sí mismo, se ha prestado de hecho en la historia, en la teoría y en la práctica, a esta división de la personalidad en dos: el que tiene el control dominante y trascendente y el manojo empírico de deseos y pasiones que han de ser castigados y reducidos. Este hecho histórico es el que ha tenido influencia. Esto demuestra (si es que se necesita demostración para una verdad tan evidente) que las concepciones que se tengan de la libertad se derivan directamente de las ideas que se tengan sobre lo que construye al yo, a la persona al hombre y de libertad para que signifique todo lo que quiera el manipulador.